El sábado 5 de marzo a las 06.30 nos subíamos 40 jóvenes, casi todos de los grupos Sicar y Ibilum al autobús que nos iba a llevar hasta las afueras de Pamplona, en Noain, donde a las 09.00 empezamos a caminar junto a otros muchos peregrinos.
El día no podía se mejor: despejado, con un Sol radiante y algo de brisa que nos permitió gozar de unas condiciones inmejorables para caminar hasta Sangüesa, a unos 40 kilómetros, donde dormiríamos en el convento de la Comendadoras. La organización nos había asignado ese lugar para pasar la noche junto a 200 jóvenes más. Junto al resto, repartido por todo el pueblo, nos uniríamos a las 08.00 del domingo para rezar el Vía Crucis hasta el Castillo-Basílica de Javier donde el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela presidiría la Misa de peregrinos a eso de las 10.00. Junto a él, nuestro gran amigo y Obispo de Teruel y Albarracín, que había acudido con feligreses turolenses, concelebró en el altar que se había habilitado a los pies del castillo.
La tarde del viernes fue intensa, ya que tras llegar e instalarnos como pudimos nos preparamos para la celebración de la Eucaristía junto a las hermanas que allí viven. Don Carlos Escribano quiso celebrar la Misa y fue bonito juntarnos con Él y todos los que desde Teruel habían caminado hasta allí. También tuvimos la suerte de que Don Carlos García llegó sobre esa hora y se incorporó al grupo hasta la vuelta a Zaragoza. Después, hubo tiempo de descanso y recuperación de fuerzas mientras se cenaba. Hubo quien se acercó a la Iglesia de los Capuchinos a la vigilia de oración que había organizada y quien asistió a una nueva derrota del Real Zaragoza…
Tras dormir unas pocas horas, nos levantamos cansados pero satisfechos y con la ilusión de hacer el último esfuerzo para compartir con otros muchos jóvenes y peregrinos la Eucaristía en Javier. Después de la Misa, algo de tiempo libre para visitar aquello y vender discos de Musicar (¡se vendieron 67!) Y recaudar dinero para la hucha de las JMJ. Comimos en Sádaba de vuelta a Zaragoza y a las 17.30 ya estábamos de camino a casa para poder descansar y recuperar fuerzas.
Aprovechando estas líneas querría destacar que nada más terminar la Javierada, Luis Montesano, que apareció hace más de dos años por Sicar con propuestas e ideas, trabajo e ilusión que hicieron arrancar el periódico «Sicar Informa», la cadena de rosarios y otras muchas cosas, además de todo lo que nos ha dado en forma de amistad, marchó para Buenos Aires, su ciudad natal, para ingresar en el seminario de la Plata, cerquita de esa ciudad, y así, si Dios quiere, en unos años ser ordenado sacerdote. ¡Muchas gracias y un abrazo enorme, Luis..! Esperamos tus noticias.
Además, quiero agradecer a las hermanas toda la paciencia y esfuerzo que han hecho por recoger el dinero de las inscripciones y llevar al día las listas de los que nos apuntábamos, dar explicaciones, atender a todo el que preguntaba por la Javierada y ayudarnos en todo lo que hemos necesitado. A pesar de no haber podido venir con nosotros, es como si lo hubieran hecho. ¡Qué haríamos sin las hermanas en la Parroquia!
Al equipo organizador: Rafa, Marcos, Fer, Carol, Mon, Maru, María, Julio y Ángel, porque unas pocas personas han hecho que muchas otras hayan podido vivir esta experiencia y demostrado lo que significa Sicar: servir y darse a los demás. ¡Muchas gracias!
Y no quería terminar sin darle de nuevo las gracias, esta vez públicamente, a Manolo. Manolo, además de ayudarnos en la preparación y aconsejarnos sobre la marcha, conseguir el autobús y estar ahí para lo que necesitáramos durante los preparativos de la Javierada, quiso además asistir a la misma como «coche de apoyo» y cuidar de todos nosotros. Comprar el desayuno del domingo mientras caminábamos, anticipar y preparar nuestra llegada al alojamiento, recoger a los que no podían caminar y acercarlos hasta el siguiente punto de parada o centro médico… No es la primera Javierada que hemos compartido a su lado y esperamos que no sea la última. Ha sido, como muchos lo llamaban, «nuestro ángel de la guarda»…
Pedro Herrero